28 oct 2012







MNG.OCT.2012 - por KENNETH CHÁVEZ

-Entonces pusiste a ese pobre charnego, falso charnego, con lo que no me gustan estas diferencias sociales; a ese charnego sucio, triste, enmascarado, hipócrita y romántico.

Con lo que no me gustan estas diglosias, lo que me causó más remordimiento de tu juntura de palabras contestatarias, como esa tu literatura, como ese aguijón que entra de refilón sin causar dolor, pero que luego punza por dentro.

Reversé, y no giraste, te quedaste viendo al espejo, contemplando a tu mismo personaje, a ese Marés torturado (tor-tu-ra-do, inocente tu-yo), que le pusiste en su camino a una mujer llamada Norma Valentí y luego se la quitaste.

Y así lo fuiste vistiendo de otro, el ´yo´ tuyo, con su otra circunstancia, y otra mujer tuya en tiempos pasados y que ahora le llamaste Norma, pero que nos duele tanto Norma a todos los que la queremos: viéndola multiplicada en tu palabra.  

Entonces ella se fue, y nosotros quedamos extrañándola, pese a que no éramos charnegos y no teníamos doble nacionalidad, y no éramos murcianos ni catalanes, ni vascos, ni de Andalucía, ni como le llaman a esa ciudad toda juntita, y que tiene diferentes nombres.

Y apareció Carmen, Carmina: la ciega amante del tecnicolor, de la pantalla de los dulces sonidos y los recuerdos rotos; de la no-vidente que lo tocaba todo, y que me diste tanto pesar con ella.

Cómo juegas con estos sentimientos sucios, no como Sábato, que me hizo pensar en esos niños que mataban pájaros arrancándoles los ojos con los dedos, si no que ya Carmen estaba así, por puro designio del escritor que juega a ser dios , y que la dejó ciega desde su primer aparecimiento.

Pobre hombre vos, pobre hombre con su tercer hombre hecho humanidad bifurcada, y que así Marés, de tanto verte se vio así mismo, y:

…comprobó su aspecto es el espejo de recepción. Vio a un charnego envarado y atildado mirándole a hurtadillas desde un ángulo del espejo, con media sonrisa socarrona y el ojo verde lubricado de malicia…   

Yo te digo, lo que vos mismo te dijiste a través de mí probablemente antes de ese festejado 1990, cuando entonces yo era tu lector inventado, y que me dijiste lo que yo ahora, luego de 22 años, escucho de tu boca cavernosa llena de ecos de palabras, travieso fanequilla:

La soledad se inventa espejos…  





 Arte ilustrativo: Pierre Yves Tremois