EXPEDIENTE BABEL

El asesino vuelve siempre al escenario del crimen


EXPEDIENTE BABEL,  29-12.12 (por Kenneth Chávez)- Tomoko es la estocada final que resquebraja el corazón de Mishima. Muerte en el estío abarca toda esa fuerza estética (de lo bello-cruel) en que generalmente se somete la literatura asiática, y particularmente la de este loco y desdichado heredero samurái, amante de la muerte, con una postura totalmente diferente a esa negación de vida que proponen los europeos en medio de sus crisis espirituales.

Esta se trata de una muerte auténtica y arraigada en una tradición milenaria que sólo se puede desentrañar de un código cultural propio, sin embargo el autor de la Perla y otros cuentos no se resiste en contarnos la literatura como un espejo de su vida misma, un testimonio latente que desgarra por sus ataduras en los tramas psicológicos.

Esta vida desbocada en la muerte, este espejo que se vierte en un espacio cuyas paredes son espejos traspuestos de un mundo líquido escurrido entre las manos; esta es la literatura de Yukio, su testimonio renacerá en cada palabra dicha, como cuando un hombre tiene una mancha de nacimiento en la espalda, a veces siente la necesidad de proclamarlo: <<Óiganme todos, ustedes no lo saben, pero yo tengo una mancha color púrpura en mi espalda>>.

La culpa continuará acechando a sus personajes, porque están hechos de esa sustancia llamada Negación. Tomoko ante su esposo Masaru, seguirá temiéndole, incluso luego de revelarle que su hermana junto a sus hijas han sido abrazadas por las profundas aguas de la sureña Península de Izu: -Me culpan y yo debo excusarme ante ellos. Me miran como si yo fuera la sirvienta atontada que deja caer el niño en el río.

De esta forma, Mishima, quien nunca dejó de escribir, incluso por unos cuantos yenes, logró fabricar esos personajes mal queridos, deformados por el miedo, por la zozobra de existir en un mundo donde los recuerdos son como puntas afiladas que se te clavan en la cabeza. Pobre Tomoko de papel, no podía dejar de pensar en los otros dos niños, y el remordimiento volvía nuevamente a asaltarla.      

Probablemente, el pequeño Yukio al que todos le conocieron esos dolores provocados por los golpes fuertes al corazón, o estocadas invisibles que le produjo la vida trastornada de su madre, le trajo ese mal querer, esa espina de doble punta con la que dio vida y muerte a estos infantes, a esta pobre mujer torturada por la culpa, humano inverosímil de aguantar y que frente a la máquina de coser olvidaba sus pesares, o bien porque luego perdió la costumbre de recordar.     

Una y otra vez, tratando de matar el recuerdo sin poder limpiar la sombra de esa muerte, así pienso a Mishima, porque él mismo lo dice en su ya acorralado destino, el asesino vuelve siempre al escenario del crimen, como vuelven tus palabras a tu muerte, porque Tomoko no fue más que tu propia memoria acusándote siempre, y vos le diste vida, en estas palabras, para luego leerlas  en esta página amarilla, para romper esta página, para quemar esta página, para terminar con todo esto que te sigue, y que no lograste desaparecer sino con un infinito adiós, más allá del olvido. 
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Ritomar Guillén: “Porque todo esto lo ves o piensas o sueñas estando muerto”

Una foto cortesía del reportero gráfico Óscar Cantarero. Momentos en que el escritor Ritomar Guillén obsequiaba autógrafos en las afueras del anfiteatro del Centro Cultural Alianza Francesa, en la capital Managua, luego de la presentación de su poemario ‘360 grados’.


27/11/12 (por KENNETH CHÁVEZ)- En el Marco del I Festival Internacional de Poesía (FIP-Managua), Ritomar Guillén recién publicó este 27 de noviembre su primer poemario titulado ‘360 grados’. Una aventura de metáforas, experiencias y definiciones que desde ya lo enmarcan en ese importante y significativo acervo de las letras nicaragüenses.

Temas que se bifurcan y una literatura en esencia universal son algunas de las máximas que reúne el espíritu totalizador del poemario, donde su tesis se edifica sobre las bases de un escepticismo que rompe con el círculo tradicional de la realidad-inventada, ya propuesta tantas veces por los neovanguardistas:

“Porque todo esto lo ves o piensas o sueñas estando muerto” (Los grandiosos espejismos en los desiertos de África).  

Guillén ha sido acertado al generar una literatura inteligente, reposada y concreta; un estilo que probablemente se ha realizado a partir de ese mar de lecturas rezagadas en la memoria del poeta; experiencias librescas y vivencias trascendentales que de alguna manera se asoman tras los ojales de cada palabra.

Ritomar Guillén (Chontales, 1985) es además filólogo y comunicador. Ex integrante del Grupo Literario EROS; ducho en la historia del boxeo nicaragüense, y travieso-burlón como un Joaquinillo. Su obra ha sido publicada en diferentes rotativos nacionales, y ‘360 grados’ fue publicado bajo el sello y dirección de la Sociedad  Nicaragüense de Jóvenes Escritores.   

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OTRAS FOTOS tomadas del portal en facebook 'Nicaragua Culturalmente Bella', bajo la dirección del poeta y promotor cultural, Uriel Antonio Molina.





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La soledad se inventa espejos (Expediente: El amante bilingüe. Juan Marsé)






MNG.OCT.2012 - por KENNETH CHÁVEZ

-Entonces pusiste a ese pobre charnego, falso charnego, con lo que no me gustan estas diferencias sociales; a ese charnego sucio, triste, enmascarado, hipócrita y romántico.

Con lo que no me gustan estas diglosias, lo que me causó más remordimiento de tu juntura de palabras contestatarias, como esa tu literatura, como ese aguijón que entra de refilón sin causar dolor, pero que luego punza por dentro.

Reversé, y no giraste, te quedaste viendo al espejo, contemplando a tu mismo personaje, a ese Marés torturado (tor-tu-ra-do, inocente tu-yo), que le pusiste en su camino a una mujer llamada Norma Valentí y luego se la quitaste.

Y así lo fuiste vistiendo de otro, el ´yo´ tuyo, con su otra circunstancia, y otra mujer tuya en tiempos pasados y que ahora le llamaste Norma, pero que nos duele tanto Norma a todos los que la queremos: viéndola multiplicada en tu palabra.  

Entonces ella se fue, y nosotros quedamos extrañándola, pese a que no éramos charnegos y no teníamos doble nacionalidad, y no éramos murcianos ni catalanes, ni vascos, ni de Andalucía, ni como le llaman a esa ciudad toda juntita, y que tiene diferentes nombres.

Y apareció Carmen, Carmina: la ciega amante del tecnicolor, de la pantalla de los dulces sonidos y los recuerdos rotos; de la no-vidente que lo tocaba todo, y que me diste tanto pesar con ella.

Cómo juegas con estos sentimientos sucios, no como Sábato, que me hizo pensar en esos niños que mataban pájaros arrancándoles los ojos con los dedos, si no que ya Carmen estaba así, por puro designio del escritor que juega a ser dios , y que la dejó ciega desde su primer aparecimiento.

Pobre hombre vos, pobre hombre con su tercer hombre hecho humanidad bifurcada, y que así Marés, de tanto verte se vio así mismo, y:

…comprobó su aspecto es el espejo de recepción. Vio a un charnego envarado y atildado mirándole a hurtadillas desde un ángulo del espejo, con media sonrisa socarrona y el ojo verde lubricado de malicia…   

Yo te digo, lo que vos mismo te dijiste a través de mí probablemente antes de ese festejado 1990, cuando entonces yo era tu lector inventado, y que me dijiste lo que yo ahora, luego de 22 años, escucho de tu boca cavernosa llena de ecos de palabras, travieso fanequilla:

La soledad se inventa espejos…  



 Arte ilustrativo: Pierre Yves Tremois
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06 de oct. 2012.

José Donoso con los hilos de todo el mundo en sus dedos
Bajando al infierno de El Lugar sin límites



Por KENNETH CHÁVEZ

La garra del escritor no se discute, se afirma en posición vertical y penetra desgarrando y limando las asperezas de esa palabra chata y superflua; Donoso cuánto se aprende de sí mismo, con su espinazo siempre quebrado, obligándose como un faquir a acostarse en su cama de clavos,  hasta disfrutar el dolor inicuo, ese dolor de sufrir su propia literatura.

El lugar sin límites (José Donoso, 1967) se convierte en ese infierno para el escritor homosexual que se transfigura en su personaje Manuela, como una hazaña apoteósica; pero firme  y convincente. Un salir de los subterfugios de la sexualidad con cierta decencia.

Pero no deja de ser su infierno, ese Lugar sin límites debajo del cielo faustiano. El interrogatorio dado en el epígrafe del libro, que se cierne, que se centra en ese otro raro de la literatura (Marlowe), y que luego se justifica en el proceder de su narración.

Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno. Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?
Mefistófeles: Debajo del cielo.
Fausto: Sí, pero ¿en qué lugar?
Mefistófeles: en las entrañas de estos elementos. Donde somos torturados y permaneceremos siempre.   

En su carácter sociológico, el asco y aversión sentido por los hombres y su efecto viril causado, se define con el eje temático que mueve todo el andamiaje de la obra. Hombres-personajes sumidos en esa miseria de ser hombres, como un género totalizador, donde todos son la unidad y representatividad del machismo diabólico que impera en un mundo adverso.

“Estos hombres de cejas gruesas y voces ásperas eran todos iguales: apenas oscurece comienzan  a manosear. Y dejan todo impregnado con olor de aceite de maquinarias y a galpón y a cigarrillos baratos y a sudor....  

Así, los hombres son seres despreciados, toscos, burdos, embrutecidos por el licor y el sexo; personajes torturados y denigrados, tratando de reinar el infierno indomable que los asfixia, esa vieja Estación ´El Olivo´, con topos desfigurada, sin rostro, con la única tendencia de ser recuerdo-olvidado, y anteponerse como protagonista principal del relator.

Este Olivo, esta Estación, este infierno, este aturdido inconsciente Donosiano, todo primado por Don Alejo, el dueño de la casa de las niñas, de todo su fundo, el pequeño Dios que “Tenía (que tiene)  los hilos de todo el mundo en sus dedos”, y seguirá siendo así mientras los Perros Negros estén a sus pies, lamiendo con generosidad y satisfaciendo sus propios deseos, los deseos ocultos del hombre.   

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01 de sept. 2012
La Línea de Sombra (The Shadow-line) de J. Conrad
Barcos fantasmas y tripulantes que se encuentran con la muerte

¿Quién no ha oído hablar de esos navíos
que van flotando a la deriva,
con toda su tripulación muerta?






Por KENNETH CHÁVEZ

La línea de Sombra (1857-1924) tuvo una austera pero pertinente explicación por su propio autor (Joseph Conrad), quien consideró que los críticos y lectores de la época la habían mal comprendido.

Es imprescindible volver la vista sobre la nota que publicó Conrad (Seix Barral: 1985)  en relación a los malos entendidos e interpretaciones que los mismos lectores se han fraguado de esta “novela de aventuras”.

El autor de Corazón de las tinieblas afirma que uno de los elementos de esta narración es la superstición de sus personajes (prototipo: Mr. Burns), sin embargo aclara que “… no encierra nada de sobrenatural, ni, realmente, contiene nada que provenga del más allá de los confines de este mundo en que vivimos…”. 

Conrad asegura lo anterior al entender que ya el mundo por sí mismo encierra bastante terror y misterio, por lo que la enfermedad de sus personajes es tan terrenal como los barcos fantasmales que aparecen y desaparecen en el océano.

La connotación que el autor imprime al título de la novela (La línea de sombra) está directamente vinculada con esa etapa en que el ser humano pasa de la juventud a una edad adulta, donde es indiscutible que el mismo tiene su correspondencia analógica con esa circunnavegación que se hace en el ir y venir de los años.

La travesía que ese viejo marino retirado realiza en los mares del sur manifiesta un encuentro propicio para responder a las preguntas de la vida en su ya previsible cenit; la existencia en declive y que la misma se justifica al encontrarse en un lugar (el océano) solitario, topándose con barcos fantasmas (próximos a la muerte).

“Yo miraba desaparecer la ciudad, tranquila y silenciosa, en medio de la noche cálida, hasta que una brusca llamada:‹‹¡Eh, la chalupa!››, me hizo volver la cabeza hacia proa. Estábamos junto a un blanco vapor fantasmal…”.

Así, ese viejo asustadizo, encontrado con su propia muerte en alta mar cuenta su travesía en primera persona, sus experiencias cercanas a ese mundo del más allá que no es sino su propia agonía de los años que le quedan por vivir, acompañado de sus demonios internos. 

“Así pues, aún en el mar, podía un hombre llegar a ser víctima de los malos espíritus. Sentí pasar un instante, sobre mi rostro, el soplo de esas fuerzas desconocidas que modelan nuestros destinos”….

La mortandad en ese barco fantasma se cuela hasta en los últimos intersticios de la existencia de este pobre hombre; de aquí la fiebre que se propaga de barco en barco, de tripulante en tripulante, no es más que un designio, una señal que advierte el marinero jubilado, o el hombre derrotado en un mundo adyacente, triste y sórdido.

“…he advertido en los tripulantes cuando los veo trabajar o descansar sobre el puente. No hablan entre ellos. Si existe un oído invisible que recoge los murmullos de la tierra, creo que no podría descubrir en ella lugar más silencioso que este barco”….   
    
Ha llegado el fin, el hombre que pasa de ese tiempo, “el tiempo también camina, hasta que, de pronto, vemos ante nosotros una línea de sombra advirtiéndonos que también habrá que dejar tras nosotros la región de nuestra primera juventud”…, es lo que le ocurre a este tripulante de la vida y de la muerte.