'El otro mundo' de Edwin Yllescas
A escasos minutos para las tres, en una madrugada silenciosa y cualquiera, uno no se anda esperando tales sorpresas, sobre todo si se sufre como un trasnochado crónico, por una incalculable pérdida
de la razón. Pero ese nueve de abril (2014), apareció aquel Edwin Yllescas
saltando sobre el Windows, y la verdad que a mí me pareció poco más que una sospecha, un sueño
inexplicable.
Resulta que
a este poeta siempre lo vi con recelo, sobre todo porque era de la llamada ‘Generación
Traicionada’, esos hombres smog, de la vieja escuela, y que uno lleva por desventaja lo clásico que se vuelven con el tiempo; llegué a juzgar que era uno de esos viejos un tanto criticones,
y que no gustaban más que de la poesía en pedestal, y bares clandestinos, donde los
jóvenes aprendices no tenían acceso porque se reservaban el derecho de admisión.
Pero Yllescas
estaba ahí frente a la pantalla de mi portátil, y yo no podía menos que asumir
ese destino. Me llamó con nombre y apellido, y a mí me pareció que realmente
me invocaba para criticar algo de lo poco disperso que pude haber publicado
cuando fui un impulsivo-rebelde-publicador-de-poemas y enamorado de las muchachas universitarias que me encomiaban.
Le dije que
me parecía algo extraño que estuviera en las redes sociales, ‘socializando’,
cuando yo le pensaba un viejo ermitaño, solapado en una cueva con sus viejas
lecturas aburridas. Entonces, me explicó que “La Carol Bendaña’, (le abrió la
página en Facebook), y fue así que decidió incursionar entre tanta gente”.
Le pregunté
que si realmente me conocía, o de dónde o cómo, y dijo solo conocerme en foto color
sepia. No me sentí insultado, tomando en cuenta que podía tratarse de una
metáfora, o algo de esos recursos técnicos que cargan los poetas como dardos para atacar a
alguien, y herirles el centro del ego, sin embargo insistió en que era primerizo en eso de
bucear en “el otro mundo”.
Pude notar
que, efectivamente, el Premio Nacional de Literatura Rubén Darío 2007, estaba
feliz al toparse con ese espejo y mosaico de recuerdos y presentes al cual
nunca había tenido acceso, sino a través del tiempo y la distancia.
Le pregunté
sobre qué hacía además de debutar en Facebook, y respondió que “escribir, leer
y dormir” eran sus únicos oficios.
Finalmente,
y para tratar de abordar a alguien que para mí no fue más que un viejo conocido
a través de su ‘Teoría del Ángel…’, y sus ‘Historias Urbanas’, le pregunté por
el doctor Iván Uriarte. Escribió tres puntos suspensivos, y tras larga espera,
refirió: -Iván se pierde a la vista.
Las últimas
noticias que tuve suyas, desde aquel súbito abril de mensajes virtuales, fue
que había partido, y que dejaba unas fotos que hoy circulan en ‘el otro mundo’.
A tu salud poeta!, seguiremos reencontrándote en ‘Algún lugar en la memoria’.
©kenneth-chávez